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22 de abril de 2016

Aylwin y las “transiciones” que vienen…

Columna Intendente

Sólo han transcurrido 2 días de duelo nacional con motivo de la partida del ex Presidente Patricio Aylwin Azócar. Y aunque resta que el Funeral de Estado, encabezado por la Presidenta Bachelet, marque formalmente la despedida del insigne mandatario chileno, pasarán algunos años más para realmente sopesar y analizar su impacto como figura política en las últimas décadas.

Sin embargo, ya es prácticamente un consenso nacional el que don Patricio sea considerado la figura clave que representó el fin de la dictadura y larecuperaciónde la democracia en Chile, a punta de un lápiz y un papel. Fue el llamado periodo de “transición a  la democracia”, donde la consigna era transitar, movernos, avanzar hacia un Chile que pudiera soportar y dar espacio a la demanda social, política y económica que la ciudadanía mayoritariamente soñaba.

Indudablemente, el legado político que cada uno de los Gobiernos de la Concertación acumuló, comenzó con el sello de Aylwin y sus muchas veces mal entendido “acuerdo de los consensos” y “justicia en la medida de lo posible”. Y es precisamente ese camino recorrido el que nos ha situado en el momento histórico que vivimos hoy.

En el presente, Chile sigue transitando, pero en la idea de consolidar y profundizar las bases de lo construido en estos 26 años de democracia. Ciertamente, hemos cambiado como país, y el país también nos ha hecho cambiar a cada uno de nosotros y nosotras, entendiendo que el debate actual más que  cuestionar hasta dónde podemos avanzar, se centra en cómo seguir avanzando hacia una democracia plena.

Los avances y transformaciones que estamos implementando en Chile en materia Tributaria, Educacional  y Constituyente nos plantearán inevitablemente nuevas transiciones como país, como región, como Gobierno y como personas.Una vez más, estaremos frente a la encrucijada de avanzar sin miedo a equivocarnos y para sacudir lo que en nuestra institucionalidad caducó, también para descentralizarnos, para repensarnos como sociedad y para empoderarnos de nuevas convicciones.    Distinta debió ser la sensación al surgir la Constitución de 1833, tras un periodo de transición y anarquía; o en la Carta Magna de 1925 como término al Parlamentarismo a la chilena, y obviamente la de 1980 luego del Golpe de 1973. Hoy, tenemos la oportunidad histórica de transitar -por primera vez- hacia un Proceso Constituyente en un tiempo de paz social, sin cataclismos políticos o a propósito de un trauma institucional. En lo personal, tengo la convicción de que una nueva Constitución -aparte de ser un proceso histórico- nos permitirá “dibujar” un nuevo Chile que pintaremos entre todos y todas, en definitiva, que concretemos las transformaciones pendientes que como país nos hemos propuesto realizar con responsabilidad y en libertad, esa libertad que fue re-construida a partir de 1990.